El Santuario de Nuestra Señora del Valle se encuentra a las afueras de la localidad cordobesa de Santaella, a pocos minutos del centro de la ciudad.

Consta su existencia ya en el siglo XVI. En 1699 se fecha la portada que dá acceso al patio. Las obras realizadas en la primitiva ermita a mediados del siglo XVIII la sustituyeron por el magnífico templo actual, excelente trabajo de la arquitectura barroca cordobesa.Las obras del edificio se realizaron entre 1747 y 1752, gracias a la generosidad del sacerdote Miguel Vicente Alcaide y Lorite. El templo es una mezcla de los juegos de las estructuras con una elegante decoración de carácter geométrico. En suma puede afirmarse que esta ermita es una de las más bellas de Andalucía.

En cuanto a la iconografía, la del Retablo Mayor (obra de Juan González Cañero) es manifiestamente mariana, el cual se concibió como atrio del camerín de Nuestra Señora del Valle. Preside la Virgen y a ambos lados se encuentran los retablos del crucero, donde se ubican las hornacinas de los santos Joaquín y Ana. La imagen más antigua de Santaella es sin duda la de Nuestra Señora del Valle considerada obra de transición del románico al gótico.

Cuenta la leyenda que la Virgen se apareció en una higuera, que estaba en el lugar donde actualmente está en el santuario.De aquí se la llevaron al Molino Alto, donde querían construir su ermita, aunque no lo consiguieron puesto que cada día amanecía destruida. Actualmente se encuentra en la tierra donde se apareció, el valle, y conserva el tronco de la higuera sobre el que estaba posada.

LA IMAGEN Y SU ORIGEN

El aspecto actual de la Virgen del Valle es muy diferente del que debió tener en su origen. La talla original corresponde a una figura sedente con las características del románico tardío o transición al gótico, probablemente del siglo XIII.

Desde comienzos del Románico (Siglos XI y XII) la Virgen suele aparecer sentada de frente, aunque con frecuencia el asiento no sobresale de sus ropas y a veces no se ve; el Niño Jesús está sentado entre sus piernas y María lo sujeta con sus dos manos por la cintura. Es curioso que, frecuentemente, la Madre tiene las piernas separadas y el niño, a pesar de no estar sentado sobre ellas, se mantiene estable sobre los pliegues de su falda. Jesús tiene el rostro serio y, generalmente, su mano derecha ligeramente levantada, bendiciendo, a la vez que con la izquierda sujeta un libro (la Biblia). No hay comunicación entre Madre e Hijo, María no representa más que el trono de Jesús.

En el periodo de transición a lo largo del Siglo XIII el Niño se desplaza poco a poco hacia la pierna izquierda de la Virgen. Al principio ambos siguen estando de frente y atentos a su responsabilidad como en la fase anterior, pero lentamente Jesús gira el cuerpo a su derecha, María hacia su izquierda y se vuelven uno hacia el otro con lo que empiezan a tener algún tipo de comunicación.El Niño mantiene en su mano izquierda una bola con más frecuencia que el libro. Simultáneamente las figuras van ganando naturalismo en las posturas, proporciones y expresiones.

En los últimos Siglos del Gótico (S.XIV y XV) la Virgen y el Niño se miran con ternura y mantienen una estrecha comunicación, jugueteando con algún objeto. Ya no se manifiesta Cristo en su naturaleza divina sino que aparece como un niño dependiente de su madre. Ello coincide con una mayor devoción a la Virgen María en el mundo católico, una gran mayoria de templos están dedicados a su nombre. Al final del Gótico es muy frecuente que María se represente de pie, cogiendo a Jesús con su brazo izquierdo, y manteniendo la misma actitud maternal. Las últimas imágenes son ya plenamente naturalistas y se adentran definitivamente en el Renacimiento.

Aproximadamente éste debió ser el aspecto original de nuestra Virgen del Valle. La imagen sedente tiene una altura de 50cm. y está colocada sobre un tronco de higuera de 43cm. de alto.Probablemente la propia imagen esté tallada en un tronco de higuera. La parte posterior sin tallar ni policromar, cortada a tajo.

A finales del siglo XIV la imagen sufre una gran transformación: se le ponen brazos articulados, se separa el Niño de la Virgen y se realizan otras mutilaciones. El motivo es que se la convierte en una 'Virgen vestida', rodeada de más lujo y riqueza, todo ello con bastante seguridad debido a que pasa de ser una imagen de culto privado o muy reducido a un culto más amplio.

Así queda la imagen de la Virgen del Valle tras la transformación, excepto la media luna y el resplandor que fueron añadidos posteriormente.

LA IMAGEN Y SU ORIGEN

La sala está presidida por la pieza emblemática del museo, la llamada "Leona de Santaella". Escultura del siglo VI a.C. que conserva restos de policromía apreciables en la s fauces, garras y lomo.

Esta pieza, al ser reclamada por el Museo Provincial y escondida durante largos años para que permaneciese en esta localidad, es considerada como el símbolo que presenta el esfuerzo común, encaminado a hacer de Santaella una de las pioneras en los Museos Locales.

En este ambiente encontramos una muestra de exvotos ibérico, de materiales cerámicos y de elementos utilizados en la actividad textil, junto con unos dibujos en los que se muestra la función de éstos en el telar y en el huso. En primer término, se exponen diversos vestigios de los contactos que mantuvieron pueblos del Mediterráneo Oriental con la zona en las primeras Colonizaciones, cerámica ática de figuras negras junto a monedas cartaginesas y un escarabeo egipcio.

Se recoge, así mismo, unas muestras del ritual funerario, con vasos en los que podemos observar los restos de la cremación y el ajuar funerario utilizado.

LA PRIMITIVA ERMITA DEL VALLE

No se tiene constancia del año de la fundación de la primitiva ermita del Valle ni de quien la hizo. El primer dato histórico de nuestro Santuario del Valle es un documento datado en 1524, un inventario de bienes de la Virgen con abundante ajuar descrito casi todo él como usado e incluso viejo, lo que indica que ya hacía tiempo que estaba allí ese ajuar y por lo tanto la ermita, lo que la convierte en la más antigua de la comarca. El documento al que nos hemos referido es de hecho un documento civil, sin participación de mayordomo ni cofradía o hermandad de ningún tipo lo que hace creer que no existían, y resulta curioso que tampoco aparece firma de sacerdote ni representación eclesiástica alguna. Lo firman el alcalde Pedro de Gálvez y el alguacil Andrés Fernández de Baena entre otros. Al parecer en su inicio el santuario era una ermita pública, amplia y digna pero de construcción pobre, con paredes de tierra y cal prensadas, una modesta vivienda para el santero y poco más.

No se encuentra más documentación hasta 1563 cuando cumpliendo lo acordado por el Concilio de Trento es obligación de las parroquias rendir cuentas e inventarios de las posesiones eclesiásticas.En los 45 años que separan ambos documentos hay cambios sustanciales:

  • existe el cargo de mayordomo, D. Miguel Fernández de Baena que lo fue hasta 1585. Su celo y devoción por el Valle fueron notables, consiguió incrementar los ingresos del santuario y acometió importantes mejoras. Fue un extraordinario benefactor de la Virgen del Valle y su ermita. La primera procesión de la que se tiene noticia data de este periodo, concretamente en 1572. Por entonces la Virgen salía en procesión todos los años sin excepción y contaba para ello con andas de madera y molduras doradas hechas en Écija. La procesión no se dirigía al pueblo, se limitaba a recorrer el paraje alrededor de la ermita por el campo. No es hasta el siglo XVII que comienzan las visitas de la Virgen a Santaella, siempre esporádicas, en ocasión de alguna rogativa por sequía, desastre, epidemia….
  • el Valle se va enriqueciendo paulatinamente, por las donaciones de los fieles, y la costumbre de dejar algo al Valle en los testamentos. La Virgen cuenta ya con retablo dorado, corona y cáliz de plata, más y mejores ropas, algunos diezmos y un olivar de veinticuatro pies lindante con la ermita y que disfruta el santero.

La existencia de tales cuentas permite seguir la marcha del santuario del Valle que en pocos años consigue un enorme crecimiento. De lo religioso de aquel tiempo da fe el hecho que hubiese nada menos que dieciocho clérigos en Santaella. En los documentos del siglo XVII aparecen las primeras referencias a la familia Fernández Alcaide, Regidor perpetuo de la Villa de Santaella y bisabuelo del gran benefactor del Valle, obtuvo en 1610 el derecho de enterramiento en el templo parroquial de Santaella para él y sus descendientes tras una limosna de 30.000 maravedíes que realizó en dos pagos. En 1699 su nieto, Alonso también, hizo a su costa la fachada con espadaña para la ermita del Valle, hecho bien conocido por todos ya en su inscripción lo recureda en situ.

Pero el verdadero auge del Santuario, la renovación que se convierte en una re-fundación acontecerá en el siglo XVIII.

EL FUNDADOR DEL SANTUARIO ACTUAL

Miguel Vicente Fernández Alcaide y Lorite nació en Santaella en 1699, hijo de Alonso Fernández Alcaide y Catalina Lorite. Pertenecía a una familia influyente y acomodada, muy vinculada a la iglesia y al Valle desde muchas generaciones atrás. El mismo año de su nacimiento su padre costeó la portada y campana de la ermita del Valle, lo que induce a creer que pudo ser una ofrenda en agradecimiento por su paternidad.

Sus padres debieron influirle una devoción religiosa muy honda, especialmente a la Virgen del Valle, pues en 1716 cuando con 17 años queda huérfano de ambos progenitores ya era clérigo tonsurado.

Se le considera fundador del Santuario del Valle porque si bien es cierto que ya existía un primitivo edificio de culto se trataba de una ermita de pobre fábrica que nada tiene que ver con la magnificencia del edificio actual, verdadera joya del barroco andaluz.

La fortuna heredara de sus padres hubiese permitido a Miguel vivir holgadamente sin esfuerzo, no obstante a la edad de 20 años ya había sido ordenado sacerdote y mantuvo durante toda su vida la doble tarea de dirigir sus empresas terrenales y atender el servicio de la iglesia. En un inventario del archivo municipal de Santaella se dá cuenta de sus bienes: tres casas, dos molinos de aceite y una cochera en el pueblo.Dos piezas de secano, dos de regadío y diecisiete olivares. Además 1700 ovejas y carneros, más de 400 cabezas de vacuno, unas cuarenta y cinco de porcino y ciento cuarenta de equino. Alcaide y Lorite era a la vez sacerdote, alguacil mayor del Santo Oficio de la Inquisición de Córdoba, noble hijodalgo y rico lo que le convertía en persona principal del pueblo y de gran influencia en Córdoba y su provincia.

Aunque siempre relacionamos su nombre con la costrucción del Valle hay otros dos aspectos muy notables en su biografía:

  • la construcción de la Casa de las Columnas entre 1730 y 1734, donde vivió durante casi cincuenta años con toda la familia. Es un edificio impresionante de gran valor artístico, un tesoro para el pueblo. Con motivo de su construcción Alcaide entró en contacto con arquitectos y artesanos que después realizarían el Valle nuevo.
  • la recuperación en 1733 de la 'independencia' de Santaella (que había perdido en 1649) al hacer quiebra el Marqués de Santaella, ocasión en la que Alcaide y Lorite puso su prestigio, influencias y conocimientos al servicio del pueblo además de 5.500 de los 84.000 reales que hubo que pagar para recuperar la jurisdicción.

Alcaide y Lorite fue nombrado Capellán y Administrador del templo y sus bienes por el Obispo de Córdoba hasta 1745. Apenas dos años tras tomar posesión de esos cargos solicita al Obispado permiso para levantar un nuevo templo mejor y más digno. Las obras empiezan en 1747 dirigidas por el arquitecto Tomás Jerónimo de Pedrajas. Duran tan sólo 5 años, en 1752 el nuevo templo está terminado, retablos incluidos. El coste de la obra no se conoce, debió ser altísimo, sólo los retablos costaron casi 20.000 reales.

La pasión de Alcaide y Lorite por el Santuario del Valle queda también expresada en su testamento donde no sólo condona expresamente cualquier cantidad que el Valle pueda adeudarle -para evitar que sus sucesores pudieran reclamar al Santuario cantidad alguna por ese concepto, sabedor de que las cuentas arrojaban un importante saldo en números rojos que cubría él mismo- sino que además lega once mil reales de vellón (que equivalen a 4.400 reales de plata) para que se termine y perfeccione lo que haga falta.

Miguel Vicente Alcaide y Lorite murió en Santaella el 24 de noviembre de 1779 a la edad de 80 años. Su cuerpo reposa en la nave central del Valle.

Le sucedió como Administrador del Valle su sobrino Alonso Miguel. Los Fernández Alcaide fueron administradores del Valle hasta 1818, año en que murió Gabriel Basilio. Una de las últimas actuaciones de don Basilio fue la construcción de los contrafuertes de los muros y con gran acierto, estéticamente encajan muy bien con la construcción original y estructuralmente han dado al edificio una solidez extraordinaria. Se renovaron a finales del siglo XIX. Don Basilio no tuvo la precaución de librar al Valle en su testamento de la acción de sus herederos como hizo su más ilustre antecesor resultando de ello una reclamación de más de 43.000 reales que a punto estuvo de crear un problema al Santuario pero finalmente desistieron. Afortunadamente don Basilio no llevaba una contabilidad que diera base sólida a una reclamación judicial y el Obispo logró disuadir a la familia.

EL SANTUARIO DEL VALLE EN EL SIGLO XIX

Mientras la familia Fernández Alcaide estuvo a cargo del Santuario no hubo problema para sostenerlo pues su dedicación a la Virgen del Valle era extraordinaria y su acomodada posición les permitía cubrir cualquier gasto independiente de que los bienes propios del Valle alcanzasen o no. Pero cuando en 1818 muere don Gabriel Basilio, pasa a ocupar el puesto el Vicario Parroquial Alonso Arroyo Villalba, hombre muy capaz y devoto también pero sin la posiblidad de cubrir con medios propios las deudas del Valle.

La situación de los herederos de Fernández Alcaide tampoco era ya tan desahogada ni su interés tan manifiesto. Aparecen entonces dificultades para dar al Santuario las rentas que por testamento le corresponden. Las arcas están vacías hasta el punto que entre Administrador, Obispado y herederos cruzan en 1820 una serie de cartas muy desalentadoras. Arroyo se preocupa por el malestar en Santaella debido a la decadencia de las fiestas populares del Valle, decadencia que tiene su origen en la imposibiladad de cubrir los gastos por falta de medios.

Las fiestas decaen y seguramente éste es el momento en el que las procesiones anuales dejan de serlo. La Virgen sólo saldrá de la ermita en ocasiones excepcionales. La Patrona visitaba el pueblo raramente pero cuando lo hacía la visita era con frecuencia larga. Se alojaba en la Parroquia de la Asunción donde podía quedar bastante tiempo. En 1834 llevaba ya cuatro meses allí cuando el administrador del Valle solicitó al Ayuntamiento el regreso de la Virgen a la ermita. Curiosamente éste se opuso alegando razones de salubridad. Sin embargo tanto en 1834 como en la espantosa sequía de 1851 el Ayuntamiento solicita el permiso del Obispo para trasladar a la Virgen a la Parroquia a fin de hacer una rogativa. Deducimos que el Ayuntamiento no quiere dar a entender que antepone su voluntad a la del Obispado pero sí a la del Administrador del Valle.

En 1866 el Ayuntamiento decide recuperar la Feria anual que se había iniciado en 1782. Se celebra los días 8, 9 y 10 de septiembre, coincidiendo con la fiesta de la Patrona. Hasta 1875 es una mera coincidencia de fechas, la Feria es sobre todo un enorme mercado de ganado sin actos religiosos vinculados al Valle, pero a partir de esa fecha se dispone dentro de los actos oficiales de la Feria una Misa Solemne en honor de la Patrona que se ha de celebrar el 8 de septiembre, desplazando al día 9 la celebración tradicional lo que al parecer no encontró ninguna oposición.

Durante todos los siglos de su historia el Santuario del Valle había estado dirigido por una sola persona. Mayordomo, Administrador o Capellán, primero los Fernández de Baena, después Fernández Alcaide; más tarde capellanes con más voluntad que medios, el último de ellos don Gabriel Palma Varo. La renta del cargo era tan minúscula (dos reales diarios) que no era fácil encontrar quien lo ocupase. Tras la muerte de Palma Varo el puesto quedó vacante y la parroquia era la encargada de mantener el culto en el Santuario. El Valle estaba huérfano. Fue entonces, en 1883, cuando encabezados por el Rector un grupo de devotos santaellanos decide crear la Hermandad de María Santísima del Valle. El primer Hermano Mayor de dicha Hermandad fue don José LLamas Salamanca, abuelo de don Pablo Moyano LLamas.

Si el siglo XVIII fue el Siglo de Oro para el Santuario del Valle, el siglo XIX fue todo lo contrario. La mala situación económica acaba con la mayoría de las misas, de las procesiones e incluso afecta al patrimonio pues se vende algún olivar coincidiendo con la Desamortización. Pero la creación de la nueva Hermandad, ya a finales de la centuria, viene a aliviar paulatinamente esos problemas. Una de las primeras decisiones fue la de encargar que se celebrase Misa todos los sábados y que se diese al celebrante 6 reales por ello. La buena gestión hace que el dinero alcance para todo lo necesario y aún así crezcan los fondos. Las cuotas de los Hermanos y las limosnas de la Misa de los sábados dan unos ingresos en 1884 de 2.871 reales lo que permite al Valle recobrar el espender de sus mejores tiempos y aún así dejar un remanente ese año de más de 800 reales.

EL SANTUARIO DEL VALLE EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS

Tras los años de euforia inicial las limosnas menguan y vuelven los apuros. En 1910 el nuevo sistema de financiacións e ha hundido definitivamente. Se hace urgente una reparación del tejado pero no hay dinero. Se crea un cuadro artístico popular a fin de recaudar fondos con algunas representaciones. Las reparaciones se llevan por fin a cabo. El mejor capital del Valle siempre ha sido el fervor popular y el amor de los santaellanos.

En 1934 siendo alcalde Francisco Serrano, el Ayuntamiento concede una gratificación al Valle para reparar el muro colindante con el cementerio, que estaba en pésimo estado.

Durante los tiempos difíciles de la Guerra Civil fue Hermano Mayor Antonio Palma Gómez, quien por precaución y para garantizar la seguridad de la imagen la ocultó durante el periodo de conflicto.

A mediados del siglo XX había un buen número de santaellanos desplazados fuera de su tierra y lejos por tanto de su Virgen del Valle. A estos inmigrantes en Santaella siempre se les ha llamado ausentes. En 1942 un pequeño grupo de ausentes encabezado por don Manuel Palma de la Rosa, don Manuel López Ruiz y don Antonio Gualberto Jurado tuvo la idea de dedicar el último día de la Feria, el 10 de septiembre que por entonces no tenía ningún concepto religioso, a una función en el Santuario protagonizada por los ausentes. Su empeño tuvo éxito y así nació la Asociación – después Hermandad – de Hijos Ausentes y su día especial en la Feria.

Era en cierto modo una frustración para el pueblo que no se procesionase la Virgen del Valle más que esporádicamente y casi siempre por motivos rogatorios, siempre excepcionales. Los días de procesión era días de fervor encendido y fiesta grande y el pueblo los anhelaba con enorme ilusión. Por ello se decidió que a partir de 1975 la Virgen visitaría la Parroquia cada cinco años el 8 de septiembre. Desde esa fecha todos los años terminados en 0 ó 5 la Virgen sale en procesión de madrugada, desde el Valle, visita la parroquia de la Asunción y regresa a su casa por la noche. Así se hizo en 1975, 1980, 1985 y 1990.

En 1992 se conmemoró el 50 aniversario de la creación de la Asociación de Hijos Ausentes y como acto especial se programó para ese año una procesión que el 15 de Agosto, día de la Asunción, llevó a la Virgen del Valle hasta la parroquiade Santaella. Allí quedó la Santa Imagen hasta que el 8 de septiembre se procesionó de nuevo de regreso al Santuario del Valle. Esta celebración especial se hizo así fundamentalmente por dos motivos:

  • la procesión del 15 de agosto permitió asistir a numerosos ausentes que por cuestión de trabajo no habían podido acudir nunca a la procesión de septiembre. Para muchos fue un día excepcional, único, llevaban décadas sin sentir esa exaltación de su fe.
  • se recuperó la tradición de que la Virgen del Valle permaneciese durante un tiempo en la parroquia, en este caso casi 24 días, más accesible y más cerca de todos como sucedía en las procesiones de antaño cuando la señora era llevada al pueblo.

Tal fue el regocijo de los santaellanos, de todos, en esa celebración especial de 1992 que se propuso que en lo sucesivo la procesión quinquenal se hiciese siempre así, con salida de la Virgen el 15 agosto y regreso en su día , el 8 de septiembre. La propuesta fue aceptada, anotada en acta por las Hermandades y así quedó decidido.

EL SANTUARIO DEL VALLE DE SANTAELLA

No se tiene constancia del lugar exacto donde se construyó la antigua Ermita del Valle. Por la portada que en 1699 construyó don Alonso hemos de creer que estaba situada en el actual patio de naranjos.

En el nuevo templo levantado por Lorite encontramos la usual planta de cruz latina, que ofrece en este caso una especial configuración con su cabecera trilobulada bajo cúpula, destacando especialmente los brazos del crucero con sus juegos de curvas en planta y alzado, que incluso alcanzan a los casquetes gallonados de su cubierta, las cuales incluyen además unas grandiosas ventanas, recurso que también se puso en práctica en la famosa iglesia de la Merced de Córdoba. El bello efecto del edificio no sólo se debe a esos juegos de las estructuras sino también a una elegante decoración de carácter geométrico muy relacionada con lo ecijano que discretamnete se lleva a las cubiertas y tribunas del coro. En suma puede afirmarse sin ningún temor a exagerar que esta ermita es una de las más bellas de Andalucía. Asoma al exterior con noble fachada de cantería rematada en frontón, incorporando portada con pilastras y culebreantes moldurajes, que en versión sencilla evocan los de la impresionante portada de San Hipólito de Córdoba, obra del mencionado Pedrajas.

Los retablos se deben a los maestros ecijanos Juan y Bartolomé González Cañero, quienes lo concertaron el día 1 de abril de 1750. Consta asimismo en dicha escritura que el arquitecto cordobés Tomás Jerónimo de Pedrajas introdujo algunos aditamentos en el pedestal y las cornisas. El mayor corrió a cargo de Juan González Cañero y los del cruceero, que están presididos por San Joaquín y Santa Ana, fueron realizados por su hermano Bartolomé. Los tres son de estípites y sus plantas se adaptan al ritmo curvo de los muros que cierran las exedras en que se alojan. El revestimento del cascarón del presbiterio es moderno ya que su hundimiento en los años cincuenta hizo necesaria su reposición.

En el retablo del altar mayor se abre hueco el camarín de la Virgen del Valle, cuya decoración sigue el gusto de situar motivos fitomorfos con flores de lis y angelotes en zona de gloria.

En cuanto a la iconografía, la del mayor es manifiestamente mariana puesto que se concibió como atrio del camarín de Nuestra Señora del Valle. Preside la Virgen, que vuelve a aparecer en el ático abrazada a su prima Santa Isabel. A ambos lados, San José y San Ildefonso, el arzobispo toledano que se distinguó por su devoción a la Madre de Dios. Actualmente vemos en este retablo a San Francisco de Asís y a San Antonio de Padua, pero en su lugar debieron estar las imágenes de los padres de la Virgen – San Joaquín y Santa Ana – que hay en los altares del crucero. Varias efigies de ángeles en la cornisa, el intradós del arco del camarín y la peana de la titular aluden a la condición de la Reina de los Angeles que la letanía lauretana le reconoce a María. Los retablos menores están coronados por San Miguel y San Rafael y como queda dicho alojan en sus hornacinas respectivas a los santos Joaquín y Ana.

Guarda también el santuario del Valle un curioso repertorio de cuadritos populares de los siglos XVIII y XIX entre los que sobresale el retrato del presbítero Miguel Vicente y Lorite, impulsor de la obra arquitectónica desde 1752, que fue costeado a su muerte – ocurrida en 1779 – por sus sobrinos. Es la primera de un conjunto de quince tablitas y tres lienzos votivos situados en la escalera de la subida al camarín, en los que se representan diversos episodios relacionados con los milagros de la titular todos ellos realizados entre mediados de la centuria del XVIII y la del XIX.